
“El terror decretado fríamente desde arriba, y ejercido sistemáticamente por las cuadrillas de falangistas, era cada vez más intenso. Ya no pasaba día en el que no apareciesen cadáveres en las carreteras de los alrededores de La Coruña, principalmente en la ya famosa cuesta de la Sal y en la misma carretera de circunvalación que pasa por la puerta de la cárcel, de donde se sacaba a los presos para asesinarles.
Los hermanos Casteleiro, sastres de La Coruña….( ), acaudillaban otra tropilla de asesinos que casi todas las noches dejaba sembrados de cadáveres los parajes solitarios de Punta Herminia, la playa de Santa Cristina y Bastiagueiro.
La mayor parte de las víctimas de estos crímenes eran anónimos militantes de las organizaciones proletarias…”.
Vai relatando varios asesinatos como o de José Villaverde, , de Juan Antonio Suárez Picallo, asesinado con outros tres a mesma noite… “También sacaron de la cárcel para matarlo a Jacinto Méndez, al que detuvieron por haber estado en el gobierno civil cuando se hizo resistencia a la sublevación…..A los pocos días apareció el cadáver de Jacinto Méndez en la carretera de circunvalación a poca distancia de la cárcel”.
Tras a lista dun rosario de cadáveres, o autor continúa o relato:
“Y así, cientos y cientos. Las mujeres de los presos, cuando iban por las mañanas a la cárcel a llevarles la comida, recibían aterradas la noticia de que el preso había sido puesto en libertad la noche antes. Invariablemente el cadáver aparecía aquella misma mañana.
Las mujeres de La Coruña enloquecidas de desesperación decidieron oponerse a que aquellos crímenes continuasen. Temblando por la vida de sus padres, hijos o hermanos que cada noche podían ser asesinados, resolvieron a la desesperada no separarse ni de día ni de noche de las puertas de la prisión y, efectivamente, dispuestas a que las matasen allí antes que alejarse, constituyeron una guardia patética en torno a la cárcel.
Los centinelas las rechazaban a culatazos, y los guardias se las llevaban de allí a rastras, pero ellas resistían heroicamente en aquel lugar, y por cada una que se llevaban detenida o que caía desfallecida, diez más venían a sustituirla.
Aquella vela trágica de las mujeres en torno a la cárcel durante la madrugada para impedir que los falangistas siguieran sometiendo sus asesinatos, fue uno de los episodios más horrendos del terror. No hubo manera de arrancarles de allí. Y consiguieron que a lo menos durante unas noches los falangistas no se atrevieran a sacar de la cárcel a sus víctimas.
Pero poco después el terror tomaba nuevas formas y los asesinatos seguían cometiéndose merced a más complicados expedientes”.
Quijano, Hernán (seudónimo de Luis Seoane: Galicia Mártir – Episodios del terror blanco en las provincias gallegas. Ediciones Neos, Buenos Aires, (circa 1949)