“Cuando entré en la cárcel de La Coruña, me pareció un edificio enorme, inacabable. Al salir, justo frente a la puerta exterior, me volví para contemplar el hall de acceso. Me pareció, de repente, muy pequeño, como si se hubiese sumido y resumido… Después de nueve meses, aquel monstruo a punto de parirme al espacio exterior, me mostraba su vientre convertido en un bucle, mitad obsceno, mitad imaginario, incluso inofensivo en su enanismo, perdido en el espacio y en el tiempo…”
José Torregrosa